viernes, agosto 26, 2005

Los fanáticos de la lapicera

También llamados los estilografistas, son una especie de secta que se junta a ver quién la tiene más rara.

Para un artículo para la revista del Club del Vino hable con Fabio Savoia, técnico lapicero de Dupont, que hace más de 10 años que arregla unas 5 lapiceras de alta gama por día. Dice que la mayoría de los problemas es la tinta que se seca. "Les digo que pongan la lapicera abajo de un chorro de agua tibia un buen rato. Recién si no funciona así, que la traigan".

"Al ser de oro, la misma pluma reconoce la mano que la moldeó y se adapta a la forma de escribir de esa persona... y al desarmarla pierde esa forma, entonces mi objetivo es calibrarla para que escriba bien en la mayor cantidad de posiciones. Pero siempre está la forma del cliente, o presiona mucho, o hace rasgos rápidos, ahí cambia la fluidez que hay que darle a la tinta o la inclinación de la pluma. Por eso muchos la traen y me piden no le toques la pluma que escribe bien, pero ¿cómo le voy a hacer un service sin tocarle la pluma? ¿se entiende?”.

Carlos Nencini es el propietario de Casa La Lapicera, fundada en 1936 por su padre. “Mi viejo tenía el negocio al lado del cine Opera, en Corrientes al 872”, cuenta, mientras descuelga un artículo enmarcado del Clarín de 1961, con una publicidad que festeja los 25 años de “la primera casa especializada en instrumentos de escritura del país”. El negocio en aquel entonces era grande. Se vendía cantidad. “Si se recibía el hijo o el nieto venían y pedían una Parker de oro así como así, -recuerda Carlos-. Tener una lapicera marcaba un status. Hoy también pero no es tanta la gente que llega. Una Montblanc estándar cuesta 300 dólares”.

1 comentario:

Unknown dijo...

Cuando era chico tener una Parker era lo más.