miércoles, septiembre 14, 2005

La nieta: una entrevista a Carla Pugliese

El abuelo materno de Carla, el gran Osvaldo Pugliese, uno de los creadores de la música popular de Buenos Aires, vivió hasta que ella tuvo 18 años. Era una relación, “como la de cualquier abuelo con su nieta chiquita”, a no ser por algunas cosas raras que pasaban alrededor. Ella recuerda las llegadas a los restaurantes, cuando “de pronto todos se paraban y empezaban a aplaudir y nos miraban emocionados”. Entre abuelo y nieta existía un mundo aparte, natural en medio del trajín de los camarines y la gran cantidad de gente siempre atareada.

La disciplina y el compromiso del abuelo Osvaldo por la calidad de la música, y en especial por el tango, los heredó primero su hija Beba, que para cuando dio a luz a Carla, el 4 de enero de 1977, también era una gran compositora y tenía su propia orquesta. Carla era la pequeña de la casa, tras haber llegado cola, casi veinte años después que Lisando, y aún algunos más que su hermano mayor, el otro Osvaldo, quién hoy tendría 47 años, y que, violero y fanático de Jhony Winter, era el rockero de la familia. Inmersa en este ambiente de músicos en que los instrumentos sonaban hasta en las reuniones familiares de los sábados y los domingos, Carla tuvo la suerte o la bendición (o simplemente, la inteligencia) de ser tocada por la vara mágica de la vocación. A los 6 años supo que lo suyo era la música.

- ¿Sabías que era el tango?

- No, empecé a estudiar para ser concertista de música clásica con mi madre, bajo una gran disciplina, pero ya desde el principio me ví teniendo mi propio grupo, haciendo música popular y tocando con todo el mundo.

- Entonces, además de componer y tocar, lo tuyo es la dirección.

- Es que sé lo que quiero y lo que tengo que hacer para lograrlo. Creo que la dirección parte desde ahí, yo no la estudié específicamente pero escribo y trabajo, sé los instrumentos que necesito, los tengo en la cabeza. El proyecto de mi música es lo que me lleva a la dirección, me lo exige.

- ¿Cuál es tu formación ideal, con la que te sentís más cómoda?

- Algún día me gustaría tener una orquesta sinfónica con caños, con vientos de madera, vientos de metal, percusión, todo eso y además, mi quinteto.

Estamos en el living de la casa de Vicente López a la que Carla y Beba se mudaron hace poco, desde la de toda la vida, en el barrio de Almagro. Hace unos minutos llegó y pasó para el cuarto del fondo, que hace las veces de sala de ensayos, Lautaro Greco, el virtuoso bandoneonista del quinteto de Carla, con sus 16 años y sus zapatillas All Star arregladas con cinta adhesiva.

- Supongo que para dirigir, además de habilidades como músico habrá que tener capacidad para organizar y estimular un grupo.

- Si, también me siento capaz... y hablando de eso, disculpame un momento, no escucho el bandoneón.

Asomándose a la puerta de la sala de ensayos, Carla grita:

- Eh! ¿Qué hacen ahí?-
- Tomamos unos mates-, responde Beba desde el fondo.
- Pero Lautaro tiene que practicar una cosa mamá, para eso vino-.

En estos días Carla arregla los últimos detalles de su meticulosa y largamente trabajada opera prima, un disco de tangos propios, hecho “para bailar, y especialmente para bailar en milongas”, con algunos temas desgarradores y otros poderosos, más cercanos a los clásicos que a la fusión con otros géneros, pero en los que, sin llegar al protagonismo, tienen su notorio papel los instrumentos electrónicos. Además, hace los preparativos para volver a Japón.

- ¿Es cierto que allá el tango se escucha mucho?

No sé si es muy escuchado, lo que pasa es que consumen cultura, y todo lo que se presenta lo van a ver. Cuando fuimos la primera vez, el año pasado, tocamos en una facultad de mujeres solas, en un teatro espectacular, parecido al Colón, y fuimos porque hay una materia en la que los alumnos están obligados a ver cierta cantidad de espectáculos por año. Todo lo que es cultura lo consumen, vaya lo que vaya, sea Brodway o el ballet Bolshoy.

- ¿Y lo de este año cómo es?

- Vamos con el quinteto a acompañar un espectáculo de baile dirigido por la bailarina y coreógrafa Silvia Toscano, 35 días por un montón de ciudades.

- ¿Te irías a vivir a otro país?

- Voy a donde me lleva la música, qué querés que te diga. Si me lleva, me lleva.

- ¿Es decir que lo que te retiene en Buenos Aires es la música?

- Por ahora sí.

- Pero viajar ¿te gusta?

- Si es para tocar, sino, no me movés, no puedo viajar por viajar, para sacar fotos. Me aburre.

- ¿Y qué lugares de los que conoces te gustaron más?

- El sur de Argentina me gustó, lago Puelo, esa zona.

Insiste. Dice que es verdad que no conoce casi nada de Charly García y que los Beatles directamente no le gustan.

- ¿Cómo puede ser?

- Es así, no me engancho.

- ¿Pero entonces, qué te gusta?

- Me fascina Pink Floyd, Whish you were here es maravilloso, Emerson Lake and Palmer también me gusta, y los Divididos, y los Redonditos de Ricota.

- De los Redondos ¿todo?

- No soy de comprar discos, pero siempre que pesco un tema de ellos en la radio lo dejo hasta el final.

- Cuando te gusta un tema ¿lo escuchas una vez atrás de otra?

- Si, totalmente, y cada vez es distinta.

- ¿Letras?

- Las de Sabina y las de Fito Páez

- ¿Redonditos, no?

- No las entiendo.

- Preferís las que cuentan una historia.

- Si, historias que se nota que están vividas y que tienen un sentimiento incluido, no algo lleno de huecos, como pasa a veces con algunas letras comerciales.

- ¿Y tangos?

- ¿Las letras?

- Tangos.

- Los de Mariano Mores, casi todos, él es el que más me gusta. También me gusta Piazzola pero no se puede tocar en milongas, no es para bailar.

A medida que van llegando, los demás integrantes del quinteto pasan al cuarto de ensayo. Marcelo Rebuffi le coloca a su violín el accesorio para apoyárselo sobre el hombro, mientras Gerardo Scaglione hace malabares para desenfundar su contrabajo sin tirar nada. Le dice a los demás músicos que encontró un texto muy bueno, de otro contrabajista, donde se explica por qué en realidad nadie reconoce el contrabajo. Los demás ríen. “No sé qué extraña manía lleva a los contrabajistas a tocar el contrabajo”, dice. Carla le pide a su madre que pruebe las partituras que están por ensayar, con arreglos de Piazzola. Beba se sienta al piano y toca. Todos miramos admirados.

-Esto está perfecto-, dice, y le deja la banqueta a su hija.

Sólo falta que llegue Ernesto Romero, encargado de los instrumentos electrónicos.

-Cuando vi la cantidad de teclados que tiene Ernesto-, dice Carla-, quedé impresionada, tiene hasta de esos de madera de los años 70, ahí dije ‘quiero que mi disco tenga todos estos sonidos’.

- ¿Cómo componés?

-La música me viene a la cabeza por asalto, de pronto la escucho así, en cualquier momento y en cualquier lugar. Tengo que estar preparada.

- ¿Ahí te sentás a escribir?

- Si, por ejemplo, la primer parte de Ostinato, el tema que abre el disco, lo empecé a componer después de un show en una fiesta, en San Nicolás. Hay veces que al tema no lo hacés de un tirón. La segunda parte la hice dos meses después, en un colectivo, me la tuve que memorizar, estuve todo el viaje, casi una hora diciendo re mi si la, desde acá hasta Almagro, sabìa que lo tenía que aprender de memoria o se iba. Y cuando se va, se va para simpre.

- ¿Para vos hay grandes temas inspiradores, como el amor, la soledad, los dolores?

- Creo que si, aunque a mi no sé si me pasa eso, quizá es un proceso que queda adentro y después en algún momento se traduce en música. Ojos verdes cerrados, el vals, se lo compuse a mi hermano mayor 10 años después de su fallecimiento, y sabía que era su tema, porque mientras escuchaba la melodía veía claramente sus ojos verdes.

- ¿Crees que existe una manera femenina de hacer música?

- No, yo diría que hay una manera artística. O sos artista, o no.

- ¿O sea que no hay música de hombres y música de mujeres?

- Quizá en las letras, una poesía escrita por una mujer no va a ser lo mismo que una escrita por un hombre.

- ¿Notás falsedad en algunas músicas?

- Ahy! Siiii...

- No te hablo de las letras...

- No, ya sé, música falsa, lo que está hecho con clisés, mismo en el tango pasa, hay muchos que hacen tun tun, chim pum, chim pum, se sabe que es tango y listo, le vendieron al turista, de eso está lleno.

Llegó Ernesto Romero, el capo de los instrumentos electrónicos, y ahora el quinteto ensaya un tango atrás de otro, mientras Beba ceba mate, “lo mejor que se puede hacer para acompañar a los que trabajan”. Cada vez que un chan, chan da por terminado un tema, Beba contiene las manos que se le van solas. “No me deja aplaudir”, se queja. En una pausa Carla dice que repartió algunas grabaciones de sus temas entre gente conocida, y que los comentarios no fueron tan malos.

-El mayor desafío eran los tangueros tangueros, porque son los más cerrados.

- Y temas de tu abuelo ¿tocás?

- Si, más que nada uno que se llama Negracha.

- ¿Uno solo?

- Es que si toco uno de él, toco uno de mi vieja. Siempre parejo, viste.

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