Poema escrito para Sandra en mayo de 2006
Dio ochocientas veinticuatro vueltas
la semilla antes de caer y crecer
en mí ¿qué viento la trajo? ¿qué lluvia la regó?
desconocía,
o la tosca inteligencia de las tripas.
Las ramas se abrieron paso más allá de mi cabeza
y hoy las llevo aparatosamente por la calle
mientras camino.
Soy el hombre lleno de dicha
que jamás imaginé
salvo el sueño aquel. Con la semilla, el árbol
y toda esta novedad
la bruja de la cueva
sin cara y sin cuerpo, murió
también.
Hay muertes felices
que no merecen castigo,
aunque entenderlo hayan sido
tantos preciosos años.
El amor crece
y transforma todo a lo largo
como un cristal,
aún en el peor desierto.
Puedo dar mucho más
que fe.
En un planeta
que gira suspendido en lo profundo
y no mucho más
finalmente,
me siento parte de ustedes.
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